Perdida y encontrada
Era una agradable mañana de domingo, cuando él salió a comprar facturas para el desayuno especial de cada semana. Iba de camino, cuando la vio. Sola, desorientada, perdida. Se acercó un poco más, intrigado por su mal aspecto. Quedó deslumbrado por su belleza. Decidió hablarle, acariciarla. Tenía el pelo suavecito, parecía bien cuidada. Un pequeño detalle le ayudó a comprender un poco más la situación: le faltaban los dos ojos. Era ciega, por eso deambulaba sin rumbo.
Él siguió su camino, inquieto, reflexivo, emocionado, preguntándose de quién sería y cómo habría llegado hasta allí. Al volver la vio otra vez, allí seguía sola, como en busca de algo, o de alguien. Le llevó algo de comer, lo cual no aceptó.
Así transcurrió su día, con sus propias ocupaciones y preocupaciones. En un momento se acordó de la criatura perdida y fue nuevamente a su encuentro, a ver cómo estaba, pero ya no estaba… “¿Qué habrá sido de ella?”, pensó. “Lamento no haber podido ayudarla”.
Al día siguiente, cuando el asunto ya parecía olvidado y había comenzado la página de un nuevo día, ella la vio otra vez, muy cerca del mismo lugar. Lo llamó y le preguntó: “¿Era esta?”. “Sí”, respondió él.
“Está perdida, no tiene rumbo. ¿Qué hacemos con ella? ¿La llevamos a casa?”. Preguntas sin respuesta, dudas e incertidumbres. “¿La estarán buscando? ¿La habrán abandonado? ¿La habrán lastimado, por eso perdió los ojos?”.
Una foto, unas palabras pueden cambiarlo todo. Una llamada telefónica también.
“Conozco a los dueños. Te paso el contacto. Se le escapó, la está buscando. ¿Está con vos? ¿Está bien?”
Y finalmente dar con la persona que la estaba buscando, y a quien ella también buscaba, sin saber si existía, sin saber si la querría. Y las explicaciones en las que todo cobró sentido.
“Sí, es mi perrita. Es ciega y sorda. Está viejita, ¡tiene 17 años! Por causa de una enfermedad se le fueron los ojos para atrás. Camina en círculos hasta que encuentra su cucha”.
Y el tan esperado reencuentro, en el que sin ver ni escuchar, al sentir el cálido abrazo de sus dueños mueve la cola de felicidad, de emoción, de tranquilidad por haber encontrado lo que por algunas horas había perdido.